La salud no es cuestión de buena o mala suerte

Hemos pasado toda una vida padeciendo ciertas condiciones con las que llegamos a convivir con total naturalidad, como si formaran parte de nosotros, como si fuera algo a lo que debiéramos acostumbrarnos:

  • Asma con episodios de crisis que nos hacían acudir a servicios de emergencia para recibir inyecciones y máscaras de oxígeno.
  • Frecuentes migrañas y dolores de cabeza.
  • Malas digestiones.
  • Hipoglucemias que nos forzaban a saquear la nevera de cualquier cosa dulce que consiguiera calmar los temblores y devolverle el color al rostro pálido.
  • Falta de energía, somnolencia… sobre todo, después de las comidas.
  • Alergias de todo tipo. ¿Cómo es posible ser alérgico a la naturaleza? Pasar un día de primavera en una cabaña en la montaña, era todo un desafío.
  • Reflujos. ¡Y pensábamos que era por la carne!
  • Congestiones.
  • Acné que causó cicatrices en el rostro.
  • Catarros y resfriados.

Sin embargo, en todos los análisis de sangre que nos hacíamos, ningún parámetro se encontraba fuera de rango. Nunca. Así que seguimos cometiendo atrocidades contra nuestro organismo de manera inconsciente hasta que sufrimos una pérdida irreparable. Un agresivo cáncer se llevó a una de los nuestros. Jess, una STRO, con apenas 35 años… STRO es una banda de música que creamos en otro milenio, literalmente, y por la cual nos conocían en nuestro entorno. Ahora conservamos el nombre para recordar que nunca estamos solos, que siempre llevaremos a ciertas personas con nosotros aunque ya no las podamos volver a ver de manera ordinaria.

 

Solo el conocimiento puede llevar a la salud

Este acontecimiento, demasiado común en el mundo moderno, supuso un punto de inflexión que nos llevaría a investigar y experimentar con la alimentación, el ejercicio y cualquier factor que pudiera verse involucrado en la salud. Así, en ese punto sin retorno, dejamos de ir a la deriva siguiendo directrices oficiales fundamentadas y sostenidas por intereses puramente económicos y propagadas por un “saber popular” y unos medios de comunicación contra los que sí conviene estar vacunados; retomando el verdadero control de nuestras vidas en base a un criterio exclusivamente asentado en la ciencia y en el conocimiento empírico.

No somos doctores ni profesionales de la salud, ni lo vimos necesario para ampliar nuestros horizontes. De hecho, nos sorprendió el escaso nivel existente en materia de bioquímica nutricional de algunos profesionales que, haciendo alarde de su ignorancia, se parapetan para justificar sus recomendaciones, no en la ciencia sino en un título, devaluado irremediablemente con semejante actitud.

Venimos de campos muy alejados, así que no estamos capacitados de manera oficial para dar consejo médico, ni lo pretendemos. Afortunadamente, la información está al alcance de cualquiera con el interés suficiente. Nosotros cursamos la carrera de Física y Geología en la Universidad de Oviedo, respectivamente. Sin embargo, sabemos que no se necesita estar matriculado en ninguna facultad para acceder al conocimiento sobre cualquier materia. Ni tampoco para divulgarlo de la manera en que mejor creamos conveniente para hacérselo llegar al mayor número de personas. Y es que no prepararse debidamente para tomar las decisiones correctas que afectan al metabolismo, hará que uno se aleje indefectiblemente del ideal.

 

El valor de la auto-experimentación

El mejor momento para haber iniciado nuestra búsqueda, hubiera sido años atrás. Estamos convencidos de que las cosas habrían sido bastante diferentes de haberlo hecho. Y de que Jess aún seguiría entre nosotros. El segundo mejor momento, cuando lo hicimos. No quedó otra. No nos veremos convertidos en estatuas de sal por quedarnos anclados en un pasado que no existe. A veces, uno tiene que recibir un duro choque que, bien aprovechado, pueda servir para re-dirigir el curso de la vida, honrando a los que se han ido de manera prematura. Llevamos en nuestro equipaje las herramientas que son de utilidad y abandonamos todas aquellas que no aportaron ningún valor. Eligiendo lo esencial nos alimentamos.

Probando alimentación vegetariana, vegana, complementos dietéticos y “superalimentos” de todas las variedades, fórmulas bebibles sustitutivas de comida, pero sobre todo y más importante, nutriéndonos de la ciencia, tratamos de desentrañar el funcionamiento de esta maquinaria que llamamos cuerpo humano. Para darle el mejor alimento posible, buscando el más efectivo para el bienestar mental, emocional y físico. Y a medida que lo hacemos, “casualmente” nos acercamos cada vez más al diseño original.

 

La unión del pasado y el presente

Las luces brillantes de la vida moderna, menos del 1% del tiempo que lleva nuestra especie en este planeta, dificultan el proceso de escoger la dirección correcta para alcanzar la salud. Al igual que en un examen tipo test, a mayor número de respuestas posibles, menor probabilidad de acertar… si no has estudiado. Antiguamente no disponíamos de las técnicas ni de la maquinaria que permitiera extraer, por ejemplo, aceite de un producto vegetal de forma masiva. Y mucho menos de la capacidad de modificar genéticamente un alimento. No estábamos asentados de manera permanente en ningún lugar, y la tierra y los cultivos no habían sido aún domesticados. Nos alimentábamos con comida local, fresca y estacional. Vivíamos durante el día y descansábamos en la oscuridad de la noche. Por supuesto, no era posible poner la calefacción o programar un climatizador, y no existían máquinas de comida procesada en cada esquina. Nuestros ancestros mantenían una vida más simple y en ese estado fue como se forjaron nuestros genes.

Sin embargo, nosotros podemos elegir… y los datos nos dicen que, la mayor parte de las veces, elegimos mal. Nos hemos adaptado a una comodidad que consideramos anti-evolutiva. El diseño humano está preparado para periodos intercalados de escasez y abundancia. Para momentos de gran actividad física, para la caza, la lucha, el frío y el hambre. Todo lo que nos hace prosperar conlleva sacrificio. El estrés como beneficio tiene un nombre científico: hormesis. Y supone un beneficio por las características de nuestro diseño.

Hemos elegido el concepto de reancestralización como temática general para nuestro blog. La reancestralización tiene que ver con ir a favor del diseño humano dentro de las condiciones de la vida moderna:

  • Debemos conocer cuáles son los hábitos compatibles con nuestras células y potenciarlos.
  • Debemos descartar los hábitos desconocidos para nuestras células.

Distinguir cuándo un alimento moderno es compatible con nuestro diseño y cuándo no lo es puede marcar la diferencia. Por ejemplo, un producto transgénico no debería implicar una connotación negativa, ya que se trata de una modificación a nivel genético para conseguir ciertas características particulares. Sin embargo, esta moderna tecnología no suele perseguir el objetivo de conseguir un producto más saludable desde un punto de vista metabólico, sino obtener una mayor rentabilidad por temas exclusivamente económicos: haciéndolo más grande, sabroso, resistente a las plagas y al transporte intercontinental… Ni que decir tiene que basar una alimentación en este tipo de “subproductos” es como jugar a la ruleta rusa.

 

¿Qué comemos nosotros?

Conforme a nuestros experimentos personales, y atendiendo a la bioquímica nutricional, por este orden, hemos llegado a nuestra propia conclusión sobre la dieta más efectiva para el ser humano. Nuestros argumentos, bien respaldados por la literatura científica, supondrán gran parte del contenido del blog. Así nos alimentamos nosotros:

En cuanto a la proteína

Consideramos que es necesario incorporar todos y cada uno de los 20 aminoácidos. Especialmente los esenciales, ya que nuestro organismo no puede sintetizarlos. No se valora lo suficiente a los no esenciales. Creemos que consumir deliberadamente algunos de ellos, puede traer mucho beneficio. Por ejemplo, la glicina.

No contemplamos a la proteína como un macronutriente. Preferimos tratar a cada uno de los aminoácidos como micronutrientes. De este modo, tomamos consciencia de la importancia que tienen de manera individual.

Obtenemos los aminoácidos de los alimentos de origen animal. No confiamos en la proteína de las plantas. Por su estructura secundaria, rica en láminas beta y pobre en hélices alfa, no la digerimos de manera óptima. Una persona puede sobrevivir comiendo proteína vegetal. Sin embargo, nosotros siempre buscamos la excelencia.

Las proteínas vegetales proporcionan también factores antinutricionales, como inhibidores de proteasas, ácido fítico, hemaglutininas, lectinas (como el gluten), oxalatos, glucosinolatos, taninos y gosipoles. Todos ellos dificultan la digestión de las proteínas. Se pueden eliminar parte de estos antinutrientes, pero nunca en su totalidad. Esto supone para nosotros menos efectividad, así como la necesidad de tener que calcular cantidades y combinaciones. Es importante que estén presentes, al menos, todos los aminoácidos esenciales en una misma comida para optimizar la necesaria síntesis proteica. En las plantas suelen ocurrir dos contratiempos:

  • Falta alguno de los esenciales.
  • Se encuentran en cantidades insuficientes.

Somos de naturaleza sencilla. Y resulta que la proteína animal es de máxima biodisponibilidad, asegurando siempre el aporte correcto. Prueba de ello, es el índice DIAAS (Digestible Indispensable Amino Acid Score) propuesto por la FAO para conocer la biodisponibilidad de los aminoácidos presentes en los diferentes alimentos. Ninguna proteína de origen vegetal alcanza la puntuación óptima. ¡Y lo dice la FAO! Una organización que promueve el vegetarianismo y el veganismo, así como la insensatez de que la ganadería está contribuyendo al calentamiento global.

En cuanto a las vitaminas y minerales

Nosotros extraemos las vitaminas y los minerales de los alimentos de origen animal. Todas las vitaminas y todos los minerales son nutrientes esenciales que el humano no sintetiza.

Apelamos de nuevo a nuestra simpleza. Es cierto que las plantas contienen una cantidad interesante de estos nutrientes esenciales, a excepción de ciertas vitaminas liposolubles. La evidencia está ahí. Sin embargo, no podemos separarlos de sus proteínas indigestas, como las lectinas. Ni tampoco de los factores antinutricionales que citamos, que dificultan la absorción, no solo de minerales y aminoácidos, sino también de ácidos grasos y otros nutrientes. Además, producen efectos no deseados, como la apertura de la barrera intestinal, etcétera. Un estudio científico del que hablaremos (sobre las lectinas de los cereales y legumbres), titulado Ábrete Sésamo, dice todo lo que debemos saber. Nosotros queremos nuestra barrera intestinal plenamente funcional. De lo contrario, volveríamos a re-encontrarnos con nuestras enfermedades autoinmunes.

Existen intereses de ciertos organismos corporativos que tratan de minimizar el efecto de los antinutrientes, como si no pasara nada con ellos. Pero lo cierto es que sí ocurre. Podríamos comer alimentos ricos en minerales, como las ostras, y vernos totalmente privados de ellos si los consumimos con alimentos que contienen ácido fítico, como las legumbres y los cereales. Hay estudios en humanos que lo muestran de manera inequívoca. Desgraciadamente para nosotros, las deficiencias de minerales y vitaminas tardan años en manifestarse. Para entonces, las consecuencias las habremos asumido como naturales, inevitables, fruto de la mala suerte o de una mala genética. Y nadie conseguirá hilar, dar con el origen. Nosotros lo hemos hecho, lo hemos experimentado y no deseamos antinutrientes en nuestra dieta. Ni mucho menos de manera deliberada. Consideramos a los carbohidratos contenidos en las plantas como comida de supervivencia. A la grasa y proteína animal, como nutrición densa.

Los órganos, especialmente el hígado, son el mejor multivitaminas para el ser humano. La yema del huevo, también. Es en estos súper alimentos en quienes confiamos para surtirnos con el mayor aporte de vitaminas y minerales. Sin antinutrientes apreciables.

En cuanto a la fuente de ATP

Para la síntesis de esta molécula, esencial en las reacciones bioquímicas celulares, contamos principalmente con dos opciones:

  • Comer prioritariamente ácidos grasos, además de proteína.
  • Consumir prioritariamente carbohidratos, además de proteína.

Es cierto que los carbohidratos son un excelente precursor de ATP. Sin embargo, nosotros escogemos la primera opción. Las grasas. Aunque debemos aclarar dos puntos:

  • Los ácidos grasos no solo sirven para lo que muchos llaman “energía”. Son moléculas estructurales y precursoras de otras con múltiples funciones vitales. Es por eso que obtenemos una doble victoria al confiar en ellas. Especialmente, en los ácidos grasos saturados.
  • La glucosa es absolutamente esencial en el organismo humano.

Una vez que pasamos nuestro periodo de readaptación (varios meses) a la cetosis, por primera vez tras nuestras primeras semanas de vida, llegamos a la conclusión de que rendimos mejor sin carbohidratos en la dieta. Sin embargo, un consumo evolutivo de los mismos, basado en frutas y miel principalmente, es perfectamente saludable y compatible con una producción suficiente de cuerpos cetónicos. Por evolutivo nos referimos:

  • En pequeñas cantidades diarias u ocasionales, simulando las condiciones evolutivas de la raza humana.
  • Ingesta de alimentos ancestrales en donde no se aprecie la mano del hombre.

En cuanto a los suplementos

Utilizamos suplementos, no para paliar las deficiencias de nuestra alimentación, que consideramos óptima y efectiva, sino para paliar las deficiencias de la vida moderna. Enumeramos las principales:

  • Las toxinas presentes en el agua que bebemos, en los alimentos, plásticos, metales pesados, pesticidas, fertilizantes y demás químicos.
  • La industrialización trajo consigo el empobrecimiento de los suelos. La mayor parte de los vegetales y frutas que consumimos, palidecen en densidad nutricional en comparación con aquellos que nos alimentaron en el pasado.
  • La alimentación deficitaria de los animales que nos sirven como alimento, hace que su contenido en nutrientes sea menor.
  • La exposición a la luz artificial está causando estragos en nuestras células, pudiendo ser el primer causante de la epidemia de disfunción hormonal del ser humano moderno.
  • Campos electromagnéticos artificiales. Wifi, 4G, 5G, y todo tipo de electrodomésticos caseros, afectan de manera muy negativa, no solo a las células, sino también a nuestra microbiota.
  • El estrés de la vida moderna también juega un papel clave. Además, debido a diferentes alteraciones hormonales adversas que promueven algunas sustancias, hemos pervertido el alimento, utilizándolo no para nutrirnos, sino como una válvula de escape para evadirnos de una realidad que no nos gusta.

 

Hábitos

Uno tras otro, hemos ido implementando hábitos ancestrales de manera natural. Fue la manera de asegurar el éxito en nuestros objetivos. No hemos terminado, ni mucho menos. Aún somos conscientes de que debemos mejorar muchos aspectos de nuestra vida. Pero tenemos clara la meta. El proceso de reancestralización, siempre dentro de las ventajas objetivas de la vida moderna, sigue su curso.

¿Qué sabemos de los hábitos que forjaron nuestros genes?

Lo que vamos a contar ahora no es más que una hipótesis con mucho sentido, muy aceptada por los antropólogos. Si pudiéramos viajar en el tiempo unos 110.000 años atrás, al comienzo de la última glaciación, nos encontraríamos con un tipo diferente de humanos. Probablemente sería mejor no enfrentarse cara a cara con ninguno de ellos, salvajes, simiescos y mucho más corpulentos. La conocida como Edad de Hielo, la glaciación Würm, terminó hace unos 10.000 o 12.000 años dando paso al Neolítico. Ahí fue cuando se establecieron asentamientos y comenzó la era de la agricultura. Se domesticaron animales y cultivos. Los humanos ya eran exactamente como nosotros.

Esto tiene un significado profundo. Nuestros genes se terminaron de establecer en la Edad de Hielo. No debemos olvidar que el humano moderno tiene genes neardentales, homínidos que vivieron 200.000 años más que nosotros, y que estaban muy acostumbrados a lidiar con estas condiciones climáticas extremas, especialmente en el continente europeo. Parece ser que hace 40.000 años, en plena glaciación Würm, el cerebro homínido alcanzó su mayor tamaño y, a partir de ese momento, se fue encogiendo hasta conformar el actual. Intervención divina o evolución natural, esta es la realidad. Somos hijos del hielo. ¿Cómo eran las condiciones durante la etapa donde se pulió la especie que pasó a dominar la Tierra en un periodo de tiempo geológico ínfimo, en comparación con aquel del que dispusieron criaturas colosales como fueron los dinosaurios?

  • Cambios de temperatura. Norteamérica y Europa tenían una capa de hielo que en algunos puntos alcanzó los 4 km de espesor. Frío y calor, condiciones opuestas, son muy saludables para el ser humano actual. Es nuestra hipótesis y no quiere decir que tengamos razón, pero hoy en día, ciertas culturas indígenas, especialmente en México pero también en Norteamérica, practican el temazcal. Imaginamos que nuestros ancestros, fácilmente podían haber utilizado técnicas similares con estructuras de madera y pieles, calentando piedras con agua hirviendo para producir vapor muy caliente. Sea como fuere, hábitos como la sauna o los baños helados producen una señalización interesante, a favor de diseño, en los humanos modernos. Hoy en día se temen los cambios de temperatura. Se busca la sensación térmica constante mediante el uso de climatizadores y otros aparatos. Estamos domesticados. Volviendo a las condiciones naturales, incorporando baños turcos, saunas y duchas frías, exponiéndonos al frío de la mañana o al calor del medio día, nosotros hemos optimizado nuestra inmunidad.
  • La luz del sol. Hemos pasado el 99,5% de nuestra vida en el planeta recibiendo la luz del Sol, de las estrellas y del fuego. Sin ventanas, gafas, lentes de contacto ni bombillas incandescentes. Hoy en día, es una misión complicada huir de la luz artificial, pasar tiempo en la naturaleza y contemplar amaneceres y atardeceres. La luz del Sol es vital para nuestra especie. Más aún que la alimentación. Es la responsable, de hecho, de cómo vamos a metabolizar los nutrientes. Constituye una información precisa para nuestras células. Gracias a ella existe vida en el Sistema Solar. Gracias a ella comenzó la vida en nuestro planeta. Es responsable directa del balance de todas nuestras hormonas. Y sin embargo, el ser humano domesticado teme a la luz del Sol. Se refugia de ella. Se protege de ella. Con gafas de sol, cristales tintados y cremas solares tóxicas cuyos componentes terminan en la sangre y en el hígado.

Nosotros utilizamos la luz del Sol como si de un reloj maestro se tratara. Con ella sincronizamos nuestro reloj circadiano varias veces a lo largo del día. Los ojos, pero también la piel, tienen receptores específicos para todo el espectro con el que el Sol nos irradia desde el amanecer hasta el ocaso. Diferente información nos es proporcionada a cada momento del día. Vital en nuestras mitocondrias. La visión simplista del mundo moderno se enfoca en la vitamina D, en realidad una hormona. Pero los beneficios de la luz solar van mucho más allá. Y la luz artificial, tanto diurna como nocturna, y la falta del contraste natural entre luces y sombras, está contribuyendo gravemente al declive de la salud humana.

  • Alimentación cetogénica. 10.000 años atrás en el tiempo, no había alimentos que nos sacaran mucho tiempo de la cetosis. Invitamos a nuestros lectores a visualizarse a sí mismos en la tundra siberiana, en una época donde aún no existía la agricultura. ¿Qué podría hacer uno para comer? La caza y la pesca en ríos helados, constituiría el único medio de supervivencia. Tal vez uno pudiera encontrar tubérculos y ciertos frutos muy fibrosos en ciertas épocas del año. Nosotros que visitamos la montaña con frecuencia, y que vivimos en plena naturaleza en un clima templado, nos hemos dado cuenta de que, incluso en estas condiciones, tendríamos pocas posibilidades de provocar picos de glucosa e insulina si obtenemos la comida por nuestros propios medios (sin el moderno dinero, sin tiendas donde comprarla). Hoy sabemos que los Hadza, en la calurosa Tanzania, una de las pocas tribus cazadoras-recolectoras que quedan en la actualidad, basan su alimentación en la caza. Ocasionalmente obtienen miel, frutas salvajes y tubérculos. Sin embargo, las personas que han convivido un tiempo con ellos, cuentan que mastican las plantas y escupen la fibra. Hablaremos también de los Inuit y de los guerreros Masai. Bajo estas condiciones alimenticias, sabemos con certeza que la cetosis es un estado metabólico predominante. Especialmente teniendo en cuenta que los humanos modernos pasamos nuestras primeras horas de vida en cetosis, independientemente de la dieta de nuestra madre. Este estado metabólico cetogénico se mantiene durante todo el periodo de lactancia exclusiva, único momento en que, en Occidente, seguimos la dieta original de nuestra especie.
  • Ayunos frecuentes. Nadie duda de que en las condiciones duras de la Edad de Hielo, el objetivo número uno de todas las especies fue el obtener alimento. Aún sucede hoy en el reino animal, donde asegurar la comida es una batalla diaria. El ayuno constituyó uno de los hábitos forzosos de nuestros ancestros. Nuestros genes se acostumbraron a la señal intermitente de ausencia y presencia de alimento exterior. Por tanto, implementar el ayuno se convirtió para nosotros en una necesidad, pensábamos que física… Pero no solo fue eso.

El ayuno provoca “algo” en el organismo que no puede ser explicado con el lenguaje. Una emoción indescriptible. El centro emocional no habla con palabras. Si acaso con imágenes. Uno toma consciencia de en qué se ha convertido el acto habitual de comer. Nos dimos cuenta de que nunca comemos por hambre, sino por placer mecánico. Romper el hábito de comer varias veces al día, o incluso de hacerlo todos los días, te saca de la mecanicidad, exponiéndote a emociones mucho más reales que aquellas que enmascaras con la rutina. El ayuno te muestra una parte de ti que desconocías. La expone. Forma parte del proceso de conocerse-a-uno-mismo. Es donde puede comenzar la curación mental, emocional y física.

Cualquiera que hable mal del ayuno, se muestra a sí mismo como un ser humano domesticado, vencido por la industria, probablemente “desajustado” en varios lugares de la máquina humana. ¿Por qué decimos esto? Estuvimos ahí. Lo comprobamos a través de la experiencia. Pensábamos que ayunar suponía un perjuicio para nuestro organismo. Ese es el problema de utilizar exclusivamente uno solo de los tres centros, el centro mental. Uno se pierde la experiencia real.

  • Ejercicio. Podemos entender que el concepto ‘hacer ejercicio’ sería muy extraño para las tribus humanas del pasado. Estaba integrado en su vida de manera natural. Eran nómadas, cazaban y luchaban a diario por la supervivencia. Los seres humanos salvajes convivían con el movimiento y el esfuerzo físico constante. En contraposición, el ser humano domesticado es sedentario y pasa la mayor parte de su tiempo encerrado entre 4 paredes y un techo, en donde se siente seguro. Muchos afirman que el ejercicio de pesas es antievolutivo y que son los ejercicios funcionales, con el propio peso corporal, los que necesitamos. No somos expertos en esta materia, así que no entramos a valorar esto. Nosotros hacemos pesas al aire libre. En nuestro propio gimnasio casero, pero bien equipado. Sabemos que el ser humano salvaje de la Edad de Hielo era más corpulento que el ser humano domesticado moderno. Con una densidad ósea mayor y una musculatura más desarrollada. Hacer pesas tiene sentido para nosotros. No pretendemos tener razón, solamente contamos lo que nos funciona.
  • Frecuencias electromagnéticas nativas. La Naturaleza y el Cosmos, con sus emanaciones y radiaciones, nos proporcionan las señales electromagnéticas que necesitamos. Nuestras células están sometidas a las leyes cuánticas de las partículas que las componen. La tecnología moderna interfiere en estas señales naturales, desequilibrando nuestro sistema. Los aparatos domésticos, el WiFi, el 4G y el más perjudicial aún 5G, y un largo etcétera, nos impiden alcanzar nuestro verdadero potencial mental, emocional y físico.

Dieta cetogénica

Según su etimología, la palabra dieta proviene del griego. Significa régimen de vida. Por tanto, podemos definir la dieta cetogénica como:

Régimen de vida que produce cuerpos cetónicos.

Siempre intentamos transmitir el conocimiento que poseemos de manera que lleve al menor engaño posible. El término dieta cetogénica es polémico. Se le da mal uso e induce, cuanto menos, a un triple error:

  • Uno puede pensar que los cuerpos cetónicos solo se sintetizan cuando se practica esta alimentación. Falso. El hígado, el cerebro y otros órganos, producen cuerpos cetónicos todo el tiempo. Este concepto binario bajo el que se rige la sociedad moderna, del sí o el no, del está encendido o apagado, de ceros y unos, no ayuda a la comprensión. Hacemos énfasis en la palabra dieta como estilo de vida. Cuando uno sigue una dieta cetogénica, no solo la alimentación, sino todos los demás hábitos que nombramos anteriormente, exposición al frío y al calor, a la luz del Sol, el ejercicio, el ayuno o la alimentación ancestral, son cetogénicos directa o indirectamente. Los hábitos modernos, incluído el estrés crónico, la temperatura constante, el elevado consumo de carbohidratos, el comer varias veces al día o el esconderse del Sol, suprimen la síntesis de cuerpos cetónicos. Siempre se están sintetizando cuerpos cetónicos, aunque el ser humano moderno, lo hace en tal poca cantidad que apenas resultan medibles en una analítica.
  • Los hábitos que forjaron los genes humanos provocan un estado metabólico completamente diferente al del humano moderno. Tenemos más de 100.000 moléculas o metabolitos diferentes en nuestro sistema, de los cuales, solo 3 son cuerpos cetónicos. No debemos ignorar el resto.
  • Se puede seguir una dieta que aumente la proporción de cuerpos cetónicos en sangre y que no sea saludable. A bote pronto, si uno consume 100 g/día de grasas poliinsaturadas, por poner una cifra aberrantemente elevada, estará en cetosis e inflamado.

Es por esto que hemos valorado también otra terminología, llamarla de otra manera:

  • Dieta baja en carbohidratos. Es interesante desde el punto de vista de la alimentación, pero excluye el resto de hábitos antes nombrados. Además, no diferencia entre los carbohidratos compatibles con la dieta cetogénica frente a aquellos que no lo son (refinados modernos).
  • Dieta ancestral. Si bien nos gusta, excluiría aquellos alimentos modernos que sí son compatibles con nuestro diseño. Al menos, daría lugar a confusión. Preferimos, en este caso, dieta ancestro-moderna, aunque quizás sea un poco enrevesado.

Finalmente, hemos decidido no innovar. Siempre teniendo en cuenta las limitaciones, usaremos el término dieta cetogénica, entendida como estilo o régimen de vida que aumenta la proporción en sangre de cuerpos cetónicos. Stephen Pinney y Jeff Volek, la llaman dieta cetogénica bien formulada, lo cual es un poco más preciso. Como dice Dominic D’Agostino, a diferencia del resto de los parámetros sanguíneos que se modifican con este estilo de vida, los cuerpos cetónicos son fácilmente medibles con un aparato casero. Es una dieta bastante objetiva: te mides, y si el aparato da un resultado superior a 0,3 mmol/L de BHB, es probable que la estés haciendo bastante bien. Probable, pero no seguro.

No se trata de conseguir el número más alto en tu medidor de cuerpos cetónicos. Ahí no residen el éxito ni los beneficios de esta dieta, sino en el estilo de vida que requiere y favorece la producción natural de estos cuerpos cetónicos:

  • Una alimentación densa en nutrientes.
  • Con la mayor biodisponibilidad posible.
  • Sin antinutrientes.
  • Que incluya un tiempo para comer y un tiempo para ayunar.
  • Que incluya un tiempo para hacer ejercicio y otro para descansar.
  • Que fomente una relación natural con el entorno. Más acorde a la que nos ha hecho evolucionar como especie.
  • Evitando inventos modernos que vayan en contra del diseño humano.
  • Utilizando la tecnología que favorece dicho diseño (luz infrarroja, suplementos…)

El concepto de Reancestralización

El humano domesticado reside en las antípodas del humano salvaje:

  • Estresado, preocupado.
  • Esterilizado, desinfectado.
  • Débil, frágil.
  • Sobrealimentado con comida equivocada.
  • Temeroso de la luz que nos dio la vida.
  • Temeroso de pasar calor, frío y de los cambios de temperatura.
  • Temeroso de la Naturaleza y de la oscuridad.

La huella se ha marcado en nuestra epigenética. Han aparecido graves y tristes enfermedades que no existían en el pasado. El cáncer es una afección terrible, realmente traumática. Las enfermedades cardiovasculares nos privan de un día para otro y sin síntomas previos, de las personas que más queremos. Sin tiempo para reaccionar. El Alzheimer roba los recuerdos de nuestros mayores y destruye las vidas y la productividad de quienes les rodean. Las enfermedades degenerativas, las autoinmunes son una plaga. Es el precio del progreso. No nos sirve que nos recuerden que la esperanza de vida moderna es superior a la del pasado. Por varias razones:

  1. Primero, es falso. No nos interesa la esperanza de vida, sino el tiempo de vida útil y plena. La longevidad saludable. Además, está demostrado que nuestros ancestros del paleolítico podían llegar a vivir el mismo tiempo que nosotros. Ocurre que la mortalidad infantil de los partos en la naturaleza, la mortalidad de las madres en dichos partos, las fracturas abiertas, los animales que nos daban caza o las luchas entre tribus y, en ocasiones, el hambre, hacían bajar la media.
  2. Segundo, demostraremos que, al igual que las tribus indígenas modernas que aún no han sido invadidas por la lacra de occidente, tienen una incidencia nula o residual de las enfermedades antes citadas.
  3. Tercero, pensamos, como los verdaderos sabios de la antigüedad, que quien alarga su vida buscando la comodidad, está condenado a no conocerse a sí mismo.

Nosotros no deseamos volver a la época de las cavernas. Somos conscientes y estamos agradecidos del tiempo que nos ha tocado vivir. El concepto de reancestralización incluye la necesidad de respetar el diseño humano, solo eso. De implementar, poco a poco y uno a uno, hábitos a favor de diseño. Aprovecharnos de la tecnología con conocimiento y comprensión.

Finalmente, queremos compartir con vosotros el por qué de la vida que llevamos. ¿Resuena esto en ti? ¿Deseas este conocimiento con todo tu Ser, al igual que nosotros?

Iniciamos nuestra andadura con un libro sobre alimentación efectiva. Sin embargo, esta nunca fue nuestra meta final. Teníamos trazado el plan desde el principio y ha llegado el momento de pasar a la siguiente etapa, la reancestralización.

En conclusión

Hemos alcanzado un estilo de vida que nos funciona. Creemos que, compartiéndolo, muchos se pueden beneficiar. No pretendemos tener razón y no tendremos problemas en admitir nuestros errores en caso de descubrirlos. No borraremos ningún artículo de los que publiquemos, para que nuestra evolución pueda ser contemplada por escrito. Queremos aprender con nuestros lectores. Este blog constituirá una parte muy importante en nuestro proceso de aprendizaje.

Dice un proverbio chino:

El mejor momento para plantar un árbol fue hace 20 años. El segundo mejor momento es ahora.’

No se trata de plantar árboles. Siempre tomamos todo de manera literal. La sabiduría antigua tuvo el objetivo de almacenar en el tiempo principios fundamentales aplicables a toda la acción del ser humano sobre la Tierra.

El mejor momento para intentarlo ya pasó. Pero no debemos olvidar que, aquí y ahora, es el segundo mejor momento. Después del segundo, ya viene el dolor del arrepentimiento. Como decía Jim Rohn, podemos pagar dos precios:

  • El precio de la disciplina.
  • El precio del arrepentimiento.

También decía que si uno no diseña su propio plan, lo más probable es que caiga en el plan de otra persona, o de otra entidad. Y así va el hombre moderno por la vida, sin asumir responsabilidades, zarandeado en la dirección del viento más fuerte. Sin un objetivo claro y definido. En busca del placer inmediato.

Hace tiempo que decidimos tomar las riendas de nuestra salud. Sabemos lo que queremos. De esta forma, restringiendo el tipo de alimento del hombre moderno para el que no estamos debidamente diseñados y, utilizando principalmente aquel bajo el que se forjaron nuestros genes, con ejercicio, ayunos conscientes, exposición al frío, respetando los ritmos circadianos en la medida de lo posible y, sobre todo, cuidándonos de recibir las impresiones que nos llegan con el centro adecuado… encontramos la llave de nuestra salud, revertimos nuestros problemas — crónicos según el Dogma — y alcanzamos un estado metabólico superior en el que esperamos permanecer hasta que nuestro sol se ponga.